NO TE VENDAS POR UN PLATO DE COMIDA
Por mucha hambre que tengas, no te vendas por un plato de comida, porque podrías estar renunciando a la bendición de tu padre. Esto es lo que le pasó a Esaú.
Esaú pertenecía a una familia que había vivido grandes milagros gracias a sus abuelos Abraham y Sara, y a su padre Isaac, el hijo de la promesa. Esta familia conocía bien a Dios y había sido testigo de su gran poder. Ellos tenían mucho que darle a su primogénito. Pero Esaú no valoró su bendición y se la entregó a su hermano Jacob sin pensar, en un momento de impulsividad. Esto provocó mucho dolor a sus padres, odio en Esaú y miedo en Jacob, al punto de que Jacob huyó de su hermano y de sus padres.
Así actúan los amargados y rencorosos después de haberse metido en problemas por sí mismos. La bendición de su padre a Jacob incluía el consejo de no juntarse con mujeres de otros pueblos que no conocían a Dios, porque podrían causarle mucho dolor y poner en riesgo su bendición. Esaú hizo todo lo contrario.
Hay mucha amargura, enojo y resentimiento en Esaú, y no es para menos. Necesitamos pensar antes de hablar, porque podemos perder nuestra herencia y las bendiciones de Dios para nuestras vidas.
Las palabras o acciones impulsivas sin pensar en las consecuencias nos pueden llevar a vivir sin la cobertura de Dios. Esaú no esperaba que su hermano recibiría la bendición, porque solo había una bendición de primogenitura y era para el primogénito.
Esaú tuvo que luchar mucho para cuidar su vida, porque ya no tenía la protección, bendición, abundancia, puertas abiertas, prosperidad y gracia que le daba su padre. Jacob obtuvo todo eso por un plato de lentejas. Esta es la escena más triste:
Hoy en día, muchos andan así, renunciaron a la bendición por impulsivos y sufren sin la cobertura espiritual de sus padres. Están enfermos, pobres, amargados, enojados, rencorosos e irritados, dependiendo siempre de alguien más para sobrevivir, porque no tienen la bendición. Esa es la semilla que brota, y Satanás aprovecha los momentos más vulnerables para atacar a las personas.
Algunos que han valorado más la bendición del padre la están disfrutando porque otros la rechazaron. Así que:
– Piensa antes de hablar.
– Respira antes de actuar.
– Escribe lo que planeas decir antes de provocar confusión y caos. Léelo varias veces y medita si te sirve actuar así o decirlo.
¡No vayas a estar en riesgo de perder tu bendición! Es doloroso y triste vivir sin la bendición de nuestro Padre Celestial. Sabemos que por hablar mal o por un arranque de enojo, Moisés no entró con el pueblo a la tierra prometida. Caín anduvo como errante sin la cobertura de su padre. Sansón, por impulsivo, no logró terminar bien su propósito. A Esaú le llevó mucho tiempo restaurar la relación con su hermano.
Tiempo para meditar:
- ¿Qué cosas temporales están intentando cambiar las bendiciones duraderas en tu vida?
- ¿Cómo puedes valorar más las bendiciones que Dios te ha dado?
- ¿Qué decisiones puedes tomar hoy para no renunciar a las promesas de Dios por gratificaciones inmediatas?